¡Funciona!
Estamos en tiempos de guerra, ya sea
real o figurada. Un clima bélico propiciado por la guerra fría de Putin, con
escalada de armamento nuclear, o la guerra comercial de Trump, con escalada de
aranceles. Pues bien, el genio de Waterloo también practica juegos de guerra,
en este caso una guerra de independencia contra España. Afortunadamente se
trata de una guerra de juguete, pacífica e incruenta, como siempre declaran
ante el juez Llarena sus prisioneros de guerra.
Pero las guerras no violentas cursan igual que las violentas. El gran sociólogo
histórico Charles Tilly se preguntaba por qué los poderes europeos se
dedicaron durante siglos a hacerse la guerra entre sí con violencia creciente.
Y su respuesta fue: “¡porque funciona!”.
Antes de la democracia, la violencia
era el arma más eficaz como continuación de la política por otros medios. Y en
la democracia actual, que es la continuación de la guerra civil por medios
incruentos, ocurre lo mismo. La violencia sigue funcionando, aunque ya no sea
una violencia bélica sino mediática: es decir, simbólica, como el poder del
hombre que desafía a Madrid desde Waterloo. Pues si la violencia bélica servía
para ocupar el teatro de operaciones militares, la violencia mediática sirve para ocupar y copar las
primeras planas, los titulares de televisión y las redes sociales. Y esa
eficacia política de la violencia bélica o mediática es independiente de su
justificación legal o racional. La violencia bélica funciona igual aunque la
guerra sea justa o injusta, defensiva o agresiva. Y la violencia mediática
también es independiente de que su causa sea justa, basada en hechos ciertos,
verdades racionales y actividades legales, o injusta, si está hecha de posverdades, propaganda falsa y
actividades ilegales. Pues lo único que cuenta es que funcione en los medios de
forma efectiva.
Así que cuidado con la guerra de
propaganda del estratega de Waterloo. Parece una farsa peregrina y fantasiosa,
pero le permite llevar la iniciativa mediática y dictar la agenda política. Y,
a juzgar por lo previsto, seguirá haciéndolo desde el imaginario “Espacio Libre de Bruselas”, para
condicionar a distancia las actuaciones del Parlament y del futuro Govern. Una
superchería, sí. Pero funciona. Enrique
Gil Calvo, El País, 6/03/2018.