Ir al contenido principal

Comentario 20

Facebook

Puedo equivocarme, pero no veo más que hipocresía en el escándalo que se generó en torno a Facebook y Cambridge Analytica por la utilización de datos personales de 50 millones de fulanos para diseñar, entre otras cosas, estrategias de atracción de votos. Medio planeta sube a la web, desde hace tiempo, datos de su intimidad más dura y deja allí un largo rastro de pornografía cotidiana. Se puede elegir creer en cualquier cosa —en Buda o en la Bolsa de Nueva York— pero, más que fe, hay que tener candidez o ceguera para mantenerse en la ilusión de que ese material jamás será utilizado por nadie. Aun quienes no usamos redes sociales dejamos rastros en la web que vuelven bajo la forma de sospechosas publicidades dirigidas y ofertas de hoteles en Wichita sólo por hacer una búsqueda en Google Maps. Creer que podemos volcar en las redes un vómito aluvional de información privada, y que nadie hará nada con eso en su beneficio, es como creer que se puede criar a una pantera en un armario. Una red social que se alimenta como un vampiro de la intimidad de las personas no es una organización filantrópica, y este escándalo no parece más que una prueba concreta de algo que era obvio: nos miran, nos espían, nos evalúan, y lo hacen con nuestra colaboración —porque les proveemos los datos—, pero elegimos pensar que no lo hacen con nuestra anuencia. Leí en este periódico que el fundador de Facebook, Mark Zuckerberg, comentó, cuando aún estaba en Harvard, que le sorprendía “que la gente compartiese con él tantos datos con sólo poner un formulario y pedir que lo rellenase para entrar en su invento”. Recordé entonces un tuit que encontré hace tiempo: “Están reventando la intimidad para que se vuelva un lujo y haya que comprarla”. Ese es el negocio del futuro: vender privacidad a quien pueda pagar por ella. Serán muy pocos. Leila Guerriero, El País, 29/03/2018.

Entradas populares de este blog

Comentarios del control

Un comentario de "Veneno" cuya resolución encuentro adecuada, disponible en la página de Quique Castillo . Únicamente, cabe señalar que  resumen es demasiado largo (la letra de imprenta ocupa mucho menos); además, añadiría una reflexión sobre la importancia del aspecto literario en el texto, que explica en buena medida la analogía como principal procedimiento argumental. Sobre "Quiero hablarles de la verdad", de Milagros Pérez Oliva. Resumen: Que se publiquen tantas versiones de un hecho solo es una práctica de desinformación. Los lectores pueden comprobar la existencia de diferentes versiones de una misma noticia, y ello les lleva al escepticismo. El caso es que hay tal saturación de información, que los periódicos se ven obligados a interpretar, pero no se debe dejar de lado, en ningún caso, la demostración. Así, los periodistas están obligados a demostrar cómo han llegado a su versión de los hechos. Tema: El debate actual sobre periodismo de interpretación...

Comentario 27 (100% EBAU)

Ternura Sé de gente que mataría por llevar razón. Hay otros rasgos de carácter que se pueden corregir a lo largo de la vida, pero quitarse de llevar razón es como quitarse de la heroína: se puede, aunque con mucho sacrificio. Si vienes al mundo con ese declive, mueres con él. Te mueres llevando la razón, te incineran llevando la razón, llegas al infierno llevando la razón. Jamás discutas con personas necesitadas de llevar la razón. No conduce a nada, solo a la infelicidad. En las discusiones políticas es donde mejor se las distingue. Llevar razón constituye un modo de tapar heridas ancestrales, abandonos remotos. Llevar razón es una forma de vengarse. Si llevas razón, tu nacimiento no fue un error, tus padres te quisieron , la infancia triste y la perra juventud valieron la pena. El mundo ya no te debe nada, en fin. Si llevas razón, no necesitas ser sutil ni inteligente ni educado . Llevar razón te coloca por encima del bien y del mal. La frase “hablar cargado de razón”, pese a su na...

Texto para comentario individual 6

ADICCIONES Hace algunas semanas, cuando cruzaba por uno de los puentes de la ciudad de Chicago, tuve una visión tenebrosa de mi adolescencia. Había dos jóvenes delgadísimas con la mirada perdida caminando a pocos metros. Sus rostros huesudos y su pelo grasiento emanaban la decadencia corrosiva de la heroína. Estaban en la flor de la vida, pero se habían transformado en espectros que vagaban sin rumbo. No eran todavía los días gélidos del invierno, pero hacía frío y ellas iban con camisetas y sandalias. Su desesperada adicción se había apoderado de todas las sensaciones de su cuerpo. En la España de mi juventud, vi cómo los dedos afilados de la heroína entraban en los institutos y secuestraban personas sin hacer. Vi a varios de los compañeros del nocturno ponerse nerviosos buscándose una vena en el cuello. Era buena gente, pero la heroína se los llevó contra las rocas y los despedazó. Como el espejismo malvado de los piratas que encendían hogueras en las orillas del mar para sim...