Los Javis y el Opus
Uno de los Javis, de apellido Ambrossi, nació muy cerca del
estreno de Laberinto
de pasiones. Aquella, la película de Almodóvar, fue saludada por
parte de la crítica como una solemne aberración. […] Eran, para situarnos,
tiempos de transgresión. La reivindicación de la diferencia, de lo otro, pasaba
por mantenerse en el margen y apropiarse de espacios nuevos de expresión, de
acción y, claro está, de pasión. De alguna manera, era imposible sustraerse a
una película que antes que nada era manifiesto político, generacional y
antiinstitucional.
Hace poco escuchaba en la entrega de los Premios Feroz al
otro de los Javis, de apellido Calvo, su emotivo y justo canto en contra de la
discriminación homófoba. Su argumentación exigía coraje de un lado y aceptación
de otro. Valor para ser uno mismo y comprensión para aceptar la diferencia por
parte de los demás. La pareja, ahora maestros (o algo así) de OT, ha alcanzado,
como sabrán, el reconocimiento y el carácter de símbolo millennial merced
a La llamada, una
película, antes musical de éxito y a su manera también manifiesto, que
básicamente propone el recto camino hacia Dios vía el electrolatino. Sin
ironía y con reggaetón. Con mucho desparpajo, pero de frente. La crítica esta
vez se ha rendido.
Y
ahora la pregunta, ¿qué nos ocurre? Hemos pasado de un tiempo en el que
cualquier discurso con aspiraciones emancipadoras era necesariamente
discrepante, y por ello político, a otro en el que todo se circunscribe al margen
estricto de la identidad. La afirmación de la individualidad lo puede todo. La
pelea no es tanto por abrir espacios nuevos, como por ser aceptado en los ya
existentes.
Se
trata de ser reconocido por el mercado, la institución, la audiencia, antes que
mantenerse o soñar con la posibilidad de gritar al margen. No deja de ser algo
lacerante que en el peor de los escenarios posibles, al borde de todos los
precipicios imaginables provocados por precisamente las instituciones y el
mercado (el ecológico, el migratorio y el de la desigualdad más evidente), la
única muestra ejemplar de rebeldía, o algo parecido, sea insistir en el más
absoluto ensimismamiento. Eso o en tal vez un musical del Opus, como señaló
irónicamente el presentador de los premios de antes.
Hemos
sido capaces de institucionalizar hasta la transgresión. Ahora ya solo falta
saber qué canción va a Eurovisión y todo arreglado. Luis Martínez, El Mundo, 28/01/2018.