LA MANADA
La autollamada “Manada” tiene un himno que comparte con
cientos de manadas, que lo son muchas de ellas sin saberlo, dispersas por todo
el territorio español. Lo peor de cualquier manada se conoce cuando ya ha
ejecutado sus fines de nacimiento. Hasta entonces, todo es un juego con una
gracia que, eso sí, contiene demasiada sal gorda. Nos podemos parar a escuchar
en cualquier festejo de pueblo: “Los estudiantes navarros, cuando van a la
posada, lo primero que preguntan, me cago en la, donde duerme la criada”. Y si
no hay, pues el ama. En la canción, popularísima, no hay ningún indicio de que
la criada o el ama tengan que dar su consentimiento, ni de que vayan a caer
rendidas a los encantos de ninguno de los miembros de la manada. Simplemente,
el grupo irá a su cuarto y ya está. Puede ser que haya alguien que no haya
cantado tan delicada canción, víctima del alcohol y del contagioso compañerismo
machista. Pero es seguro que la mayoría de quienes han asistido a alguna fiesta
patronal la ha entonado con fruición y sin autocrítica. Por supuesto, eso no
supone que luego hayan cometido hechos tan repugnantes como los que en estos
días han ocupado al país.
Pero hay que reconocer que un buen himno prepara. Lo saben
muy bien los patriotas. Quien haya viajado alguna vez por la Francia rural, tan
deliciosa, con su dulce olor a mantequilla y sus limpios y ordenados paisajes,
no puede imaginar con facilidad que sus encantadores campesinos puedan llegar
al extremo de hacer que la sangre de alguien riegue los surcos de sus campos.
Pero es que su himno lo pide. Como también hay himnos que demandan o festejan
un “buen golpe de hoz” y los cantan personas que normalmente no cruzan la calle
con el semáforo en rojo. Yo siento un escalofrío en el cuello al escuchar lo
del “bon cop de falç”, pero lo siento más fuerte aún cuando me recuerdo a mí
mismo cantar entre risotadas y a voz en grito lo de los estudiantes navarros en
las fiestas de San Fermín, uno de los mejores ejemplos de machismo consentido,
donde deberían perseguir a las autoproclamadas manadas de estudiantes navarros.
Y los civilizados países europeos deberían ir cambiando poco
a poco sus amenazantes símbolos musicales. No estaría de más. En España en eso
vamos bien. Nadie se puede sentir amenazado por un “lololo”. Aunque, eso sí, el
patrón de nuestra pacífica patria se llama Santiago “matamoros”. Todos tenemos
algún símbolo que pulir. Yo, desde que no canto lo de los estudiantes, violo
menos.
- Tema: Las canciones machistas populares y su relación con las
violaciones.
Tesis: Renunciar
las expresiones machistas toleradas es el principio de la solución.
Argumentos: La
base argumental que explica el texto es el caso de actualidad de todos
conocido. 1. Generalización
(falacia): la manada comparte canción o himno con cientos de manadas que no se
reconocen como tal, pero lo son. 2. Particularización (argumento de experiencia
personal): la canción navarra, cantada por el propio autor. 3. Argumento de
analogía con los himnos nacionales que incitan a la violencia (Els segadors, La Marseillaise). El autor
los repudia por su carácter sanguinario y lo compara a la vergüenza que siente
por haber cantado la canción machista de San Fermín 4. Argumento moral: los
países deben cambiar sus símbolos. 5. Arg. ético: “Yo, desde que no canto lo de
los estudiantes, violo menos”.
- Rasgos formales: Quizás el más importante sea el símil entre las canciones
machistas de las manadas y los
himnos nacionales con letra violenta; es una comparación que se justifica
explícitamente: “Hay que reconocer que un buen himno prepara”.
La abundante adjetivación, claramente
subjetiva, cuando no irónica: “tan delicada canción”, “contagioso compañerismo
machista”, “hechos tan repugnantes”, “un buen himno”, “la Francia rural, tan
deliciosa”, “sus encantadores campesinos”, “machismo consentido”, “amenazantes
símbolos musicales”, “nuestra pacífica patria”. Su uso, como se ve, refuerza el
contraste entre la aparente inocencia de las canciones de fiesta y los sucesos
que actualmente conmueven a la opinión pública.
En cuanto a los sustantivos, es
relevante la repetición del término “manada”, con su significado añadido más
reciente: grupo de hombres jóvenes machistas y acosadores. Se puede justificar
también precisamente por la novedad de su significado. Hasta ahora, la palabra
se refería al conjunto de animales salvajes depredadores. Al repetirla con
insistencia, el autor pretende alertar a la opinión pública de que esos grupos masculinos
con fines delictivos son más abundantes de lo que parece.
Finalmente, pero no menos importante,
es la sorprendente afirmación final, inclusiva y agramatical: “Violo menos”. Su fuerza viene
de que produce una gran sorpresa en el lector, y no solo por su irregularidad -no se viola más o menos-, pues las afirmaciones anteriores
sobre la relación entre canciones machistas y violaciones se perciben desde
fuera, como algo que no nos afecta, algo propio de marginales y delincuentes, en
tanto que la autoinclusión del autor en las manadas produce una suerte de
proyección sobre los lectores de su mismo sexo, que deben reflexionar acerca de
su posición en este punto.