El nuevo opio del pueblo Falsear deliberadamente los hechos no es distintivo de nuestra época. Su uso es tan viejo como los arcana imperii, concebidos como medios legítimos de ocultación de la “verdad” con un fin político. Y es algo que no conviene banalizar, pues como sostuvo Rafael del Águila, “la excepción señala el límite; y el límite está ahí aunque la excepción no aparezca”. Sin embargo, esta conciencia de un límite ha desaparecido, y con ella la reflexión sobre los efectos de la mentira en nuestra percepción del mundo y la democracia. Lo anticipó Orwell en su distopía 1984 cuando Winston y Julia, sus protagonistas, hablan sobre las falsificaciones del régimen y el primero descubre que ella no se escandaliza: “Era como si no reparase en el abismo que se abría a sus pies cuando las mentiras se convertían en verdades”. De la pura violación sistemática de los hechos, dice el autor, acabamos desdeñando la magnitud del problema y abandonamos el int...